Siempre habrá una pequeña/gran historia para contar desde el Metro de Medellín. La mía comenzó un año después de su inauguración, hace 30 años con la ciudad.
Pero, pensaba, como muchos montañeros que el metro era «para pobres», y el paradigma tuvo un giro cuando conocí el mismo sistema en ciudades mucho más grandes como Nueva York, Buenos Aires o Chicago, y lo útil que es, sin importar tu condición social. Superado.
Yo soy usuario y promotor del metro; creo que necesitábamos su transformación digital para los pagos y recargas, y utilizo todo el bondadoso sistema de extremo a extremo.
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Desde aquel primer viaje oficial realizado entre Alpujarra y Parque Berrío, el 30 de noviembre de 1995, la red Metro no ha parado de crecer para conectar los sueños y las oportunidades de los habitantes de la ciudad-región; recuerdo la transmisión de radio que hicimos de esa inauguración.
Pero, lo más valioso no es siquiera su eficacia; en 1988, siete años antes del inicio de la operación comercial, inició la construcción colectiva de una nueva forma de relacionamiento, que más tarde, fue bautizada como “Cultura Metro”.
Hoy es el ADN corporativo del Metro y el principal referente para otros medios de transporte del mundo.



